Pequeñas escalas

"El mayor de todos los errores estriba en no hacer nada porque
sólo puedes hacer poco."
Sydney Smith


Hace unos cuantos años, vivía en un tercer piso sin ascensor. Alquilaba un precioso departamento con mucha luz y amplias ventanas. Pero los muebles eran añosos y me deprimían bastante, así que decidí cambiar el sofá.
Aquel canapé era muy aparatoso. Me armé de valor e intenté abrirle camino por la puerta, iba a dejarlo en la calle, junto al contenedor.
Pesaba demasiado y no encontraba manera de que pudiera salir. Con mucho esfuerzo cambiaba las posiciones convencida de que encontraría la manera, armaba estrategias elucubrando con el espacio y volvía a la faena. Quizá pasó una hora y logré que asomara hasta el rellano. Estaba cansada pero confiada en que iba a conseguirlo si seguía en mi empeño.

Entonces me vi, observé las dimensiones de aquel sofá y contemplé las escaleras empinadas y angostas. Aunque alcanzara a sacarlo de casa ¿Cómo llegaría hasta la calle? ¿Arrastrándolo? ¿Empujándolo escaleras abajo?
Analicé la tarea completa y se me antojó un mundo. Decidí dejar el asunto y conseguir ayuda cuando tuviera la ocasión, quizá entre dos personas acabaríamos con el problema.
Ahora debía recomenzar con la tarea inversa y embutirlo en el departamento.
No sé si fue el cansancio o la frustración, pero me resultó imposible.
Me senté en el descansillo desalentada. ¿Y ahora qué? Un dolor punzante en la cintura me sacó del abatimiento.

Y de repente, Eureka!
Salté por encima del sofá y llegué a la cocina. Me hice con el cuchillo más grande y filoso que encontré.
Con qué ganas hundía el acero en aquel desvencijado mueble! Con qué recobrada energía iba desgajando la tela, desmenuzando el relleno, partiendo la madera del armazón y separando por piezas lo que antes había sido más grande que yo. Con qué alegría fui emprendiendo los viajes a la calle y depositando en la acera las partes de un todo tan enorme.
Me llevó un buen rato, y al subir a casa me tiré en el hueco que había dejado mi destartalado cachivache. El cuerpo contra el suelo, los brazos extendidos, el alivio de haber encontrado la manera.
Y respiré orgullosa por dejar que entrara una alternativa.

A menudo nos sentimos con cargas muy pesadas de llevar. Algo a resolver se transforma en un problema insuperable porque nos empecinamos en hacer las cosas sólo de una manera. No nos damos la oportunidad de relajarnos y confiar en que los recursos aparezcan. Caemos en pensar que las cosas son así y tenemos que aceptarlas como vienen, es un trabajo tedioso el intentar cambiarlas.
Cuando una situación te bloquee, te deje exhausto, prueba a hacer las cosas poco a poco, en pequeñas escalas.

4 Comentarios

  1. Tu relato me hizo recordar una vieja fábula de La Fontaine (mi favorito), en la cual una comadreja famélica y medio muerta de hambre logra colarse por la rendija de un granero para encontrarse con toda clase de granos, conservas, quesos, jamones, etc. Y así pasa varios días, primero satisfaciendo su hambre atrasado y finalmente llenándose la panza por mera gula. Una mañana escucha ruidos de candados que se abren (el granjero volvía de un viaje) y entra en pánico, porque ya sabe lo que le espera si la atrapan. Pero al intentar salir por la rajadura estrecha por la que había entrado días antes descubre que ya no podía pasar por ella. Un viejo ratón que la venía observando le dice entonces: "Mi hija, usted entró aquí muy flaquita, y así tendrá que volver a estar si quiere salir".
    .
    Otras versiones le dan otro tipo de moralejas relacionadas con lo deshonesto del acto de robar, pero me quedo más bien con la idea de que, así como en tu historia, Claudia, tuviste que desmembrar las "cargas" para poder salir, en ocasiones es necesario despojarse, LIBERAR las emociones, traumas y sentimientos negativos acumulados durante largo tiempo y que en el presente nos traban, nos inmovilizan y nos impiden salir adelante. Es inútil y frustrante, como le pasa a nuestra comadreja con sobrepeso, desesperarse y tratar de forzar una inmediata salida a algo que llevó tanto tiempo desarrollar. Creo que la verdadera paciencia es la que podemos llegar a tener por nosotros mismos y nuestras propias estupideces.
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    Como me has dejado escrito: "pequeños pasos, grandes resultados", poco a poco, día a día, gramo a gramo, fragmento a fragmento, sin desesperación pero sin pausa...
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    Pablo

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  2. Muy buena tu lectura, Pablo. De eso se trata, pequeños pasos: mejora contínua, resultados que se mantienen en el tiempo.
    Gracias por compartir en este espacio. Un abrazo.
    Claudia.

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  3. Este texto me hace pensar en una amiga muy cercana que tiene un gran problema desde hace tiempo y a pesar de estar probando constantemente no encuentra ni solución, ni siquiera mejora. Un problema del que depende el futuro de un hijo es demasiado pesado para una madre con su propio bagaje de miedos, inseguridades y pequeños o grandes traumas. No sé como ayudarla, pero el ir poco a poco es un principio, aunque algo abstracto cuando se está tan perdido. Tendrá que ir poco a poco, supongo, pero tendrá primero que saber hacia donde.

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  4. Recuerdo, en mis años de instituto, el "efecto pizarra", sobre todo en matemáticas. La profesora me hacía pasar a la pizarra a resolver un problema,y allí estaba yo, mirando hacia arriba, escribiendo mientras la tiza se desgranaba sobre mi cara. Entonces descubrí que si me retiraba unos pasos, si miraba el problema desde una distancia, veía todo mejor. Creo que es inherente a la maternidad no poder separarse demasiado de lo que concierne a nuestros hijos, es como si siempre mantuviéramos con ellos un cordón invisible.
    Gracias por compartir.

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