Cuando el equipo de investigadores dirigidos por Carole Hooven y John Gottman de la Universidad de Washington, llevó a cabo un microanálisis de la forma en que los padres manejan las interacciones con sus hijos, descubrieron que las parejas emocionalmente más maduras eran también las más competentes para ayudarles a hacer frente a sus altibajos emocionales.
En esta investigación se visitaba a las familias cuando uno de sus hijos tenia cinco años de edad y cuando éste alcanzaba los nueve años. Además de observar la forma en que los padres hablaban entre si, el equipo de investigadores también se dedicó a investigar la forma en que las familias que participaron en el estudio enseñaban a sus hijos a jugar a un nuevo videojuego, una interacción aparentemente inocua pero sumamente reveladora del trasiego emocional entre padres e hijos.
Algunos padres eran autoritarios, impacientes con la inexperiencia de sus hijos y demasiado propensos a elevar su tono de voz ante el menor contratiempo. Otros descalificaban rápidamente a sus hijos tildándolos de “estúpidos”, convirtiéndoles así en victimas propiciatorias de las mismas tendencias a la irritación e indiferencia que consumía sus matrimonios. Otros por el contrario, eran pacientes con las equivocaciones de sus hijos y les dejaban jugar a su aire en lugar de imponerles su propia voluntad. De esta manera, la sesión de videojuego se convirtió en sorprendente termómetro del estilo emocional de sus padres.
Había hablado del menosprecio emocional aquí, pero éste estudio es más exhaustivo y demostró que los tres estilos de parentaje emocional más inadecuados eran los siguientes:
- Ignorar completamente los sentimientos de sus hijos. Este tipo de padres considera que los problemas emocionales de sus hijos son algo trivial o molesto, algo que no merece la pena atender y que hay que esperar que pase. Son padres que desaprovechan la oportunidad que proporcionan las dificultades emocionales para aproximarse a sus hijos y que ignoran también la forma de enseñarles las lecciones fundamentales que pueden aumentar su competencia emocional.
- El estilo laissez-faire. Estos padres se dan cuenta de los sentimientos de sus hijos pero son de la opinión de que cualquier forma de manejar los problemas emocionales es adecuada, incluyendo por ejemplo pegarles. Por esto, al igual que ocurre con quienes ignoran los sentimientos de sus hijos, estos padres rara vez intervienen para brindarles una respuesta emocional alternativa. Todos sus intentos se reducen a que su hijo deje de estar triste o enfadado, recurriendo para ello al engaño o al soborno.
- Menospreciar y no respetar los sentimientos del niño. Este tipo de padres suelen ser muy desaprobadores y muy duros, tanto en sus criticas como en sus castigos. En este sentido pueden, por ejemplo, llegar a prohibir cualquier manifestación de enojo por parte del niño y ser sumamente severos ante el menor signo de irritabilidad. Estos son los padres que gritan “no me contestes”al niño que esta tratando de explicar su versión de la historia.
Pero para que los padres puedan ser preceptores adecuados, deben tener una mínima comprensión de los rudimentos de la inteligencia emocional. Si tenemos en cuenta que una de las lecciones emocionales fundamentales es la de aprender a diferenciar entre los sentimientos, no nos resultará difícil entender que un padre que se halle completamente desconectado de su propia tristeza mal podrá ayudar a su hijo a comprender la diferencia que existe entre el desconsuelo que acompaña a una pérdida, la pena que nos produce una película triste y el sufrimiento que nos embarga cuando algo malo le ocurre a una persona cercana.
El impacto en los hijos de los progenitores emocionalmente competentes es ciertamente extraordinario. El equipo de la Universidad de Washington antes mencionado descubrió que los hijos de padres emocionalmente diestros, comparados con los hijos de aquellos otros que tienen un pobre manejo de sus sentimientos, se relacionan mejor, experimentan menos tensiones en la relación con sus padres y también se muestran más afectivos con ellos. Pero además estos niños también canalizan mejor sus emociones, saben calmarse más adecuadamente a sí mismos y sufren menos altibajos emocionales que los demás.
Son niños que también están biológicamente más relajados ya que presentan una tasa menor en sangre de hormonas relacionadas con el estrés y otros indicadores fisiológicos del nivel de activación emocional.
Otras de las ventajas de este tipo de progenitores son de tipo social, ya que estos niños son más populares, más queridos por sus compañeros y sus maestros, suelen considerarse como más dotados socialmente. También existen beneficios cognitivos, porque estos niños son más atentos y suelen tener mejor rendimiento escolar.
Así pues las ventajas de tener unos padres emocionales competentes son extraordinarias en lo que respecta a la totalidad del espectro de la inteligencia emocional, y mas allá de él.
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Gracias por visitar mi blog y dejarme unas palabras. Eres encantadora.
ResponderEliminarUn gran abrazo desde Madrid.
Gracias a ti, Antonio, por deleitarme con tu poesía.
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